lunes, 3 de agosto de 2009

ARDOR. Capitulo 1



La sangre todavía goteaba suavemente sobre los claveles. Zack gritó pero no era de dolor sino de decpeción por lo que se retorcía. Se lamentaba de que Elba le hubiese perforado la mano, esa mano con la que tanto había disfrutado, que le colmaba de gozo y satisfacción, la misma, con la que alimentaba su pasión, su alter ego, su propia existencia.

Hacía tiempo que Zack había dejado de sentir dolor, de temblar ante su desgracia, de escupir maldades e infortunios. Zack había aparcado cualquier atisbo de humanidad y compasión, había dejado escapar el último rastro de entraña que áun le quedaba. No fue una decisión clara, expuesta, de esas que los seres humanos toman cuando la marca del reloj así lo pide, fue una decisión que se le impuso, como a alguien se le impone que se vista de luto ante un funeral, algo caído, algo inevitable.

O tal vez no, tal vez Zack había configurado ese camino de desarme, ese monumento a la ira y la frialdad, esa pasión encendida. O tal vez, aún seguía sintiendo algo, dolor o fustración, y esa sangre que ahora resbalaba por su brazo, no sólo fuese sangre, sino la prueba de que Zack aún estaba vivo, de que todavía se le podía condenar.

Durante unos minutos, Zack se revolvió en el suelo. No podía creer que ese fuera el fin, un segundo de rápido destino, una fugaz detonación y todo su imperio de nuevo, se estaba viniendo abajo. Contempló con serenidad y aliento comprimido el leve brillo que las plantas regalaban a todo ser que visitara ese lugar y se aseguró de que en esos instantes de fuerte desconcierto, ellas no pagaran por sus errores. Elba respiraba agitadamente. Sus ojos eran marrones color maldad, y sus labios estaban encendidos de cólera. Lo había hecho, había disparado, a la persona que más odiaba en su vida. Sujetaba su pistola con firmeza, y vigilaba que el hombre que yacía ante ella no se moviese más de lo esperado.

Pero Zack no quería coger ya la pistola que habitaba metros más allá en el suelo de flores rojas. A Zack ya solo le importaban sus flores, su sangre mezclándose con la de los otros, y los ojos enfurecidos de la muchacha. Sonrió, en el fondo disfrutaba con ese momento, tal vez por que durante todos estos años, durante todo el calvario de su imperio, todo el ardor se concentraba en ese instante, en él retorcido en el suelo, con su mano derecha tiroteada y con aquella mujer abrasada por la adrenalina. Sí, Zack sabía que había llegado a su momento cumbre, al vértice de su locura, a su afán más sincero, siniestro e interno. El rostro mismo del deseo autodestructivo.

- Adelante, susurró observando a Elba y convencido de que aquellas palabras eran las más duras que estaba dispuesto a ofrecer a los demás. Elba se acercó y unas lágrimas de rabia salieron de sus ojos perdidos. Zack saboreó cada una de esas lágrimas y añadió: En el fondo, sé que me admiras...admiras todo el mal que te he enseñado, todo el mal que te he excusado...todo el mal que te he perpetrado....

Elba se negó a escuchar, a pesar de que cada una de las palabras del asesino le apuñalaban la conciencia. Tembló, y por un momento, supo que ese hombre estaba diciendo la verdad, que la conocía, algo peor, que aquel hombre la había creado, la había configurado, la había convertido en señal de su misma agonía, la había hecho cómplice de su misma pasión, de su misma creencia de extraña furia, de su mismo desentir. Y se odió, odió haber seguido su juego, haberse dejado llevar, tal y como él hacía tiempo que lo había hecho. Ambos cumplían esa noche su cometido. Pero sólo uno resultaría ganador.

1 comentario:

Sex Shop dijo...

Muy buenooo!!!!!!