domingo, 31 de agosto de 2008

El caballero oscuro



Buaaaaaaa que ganas le tenía a esta película. Meses y meses leyendo sobre ella, hablando sobre ella, esperando a poder verla, y por fin, hoy domingo, he tenido la suerte de ver la esperada Batman 2, el caballero oscuro.

Desde luego cumple todas las expectativas esperadas, es una buena película, mejor si cabe que la anterior de la saga, logra entretenerte en todo momento y la acción mejora considerablemente. Me gusta el personaje de Batman, pero está claro, clarísimo, que la película es sobre todo Joker, un Joker magistral, que se come la pantalla, que vuelve a ser el villano de lujo. También he de alabar los personajes secuandarios, que la verdad, dan una verdad y un carisma muy peculiar a la película. Desde el bonachón de Alfred, el abogado justiciero, pasando por el increíble Flash Gordon de esta saga, sin olvidarnos del siempre agradable Morgan Freeman como financiero del múrcielago. Rachel también está convincente, pero su personaje queda en un segundo plano, que creo que es acertado en la película. Una curiosidad, supongo que saben que el personaje cambia de actriz, pero que quieren que les diga, la nueva, será buena, pero esperaba encontrarme una Rachel más guapa, más atrayente, me ha llegado poco esta chica.

Me gusta el mensaje de la película, una vuelta a la reflexión planteada en la primera parte, la corrupción y los límtes morales que ella nos hace divisar. En definitiva me ha gustado mucho la película, no ha decepcionado para nada mis expectativas. ¿Una tercera parte? Si la hubiera, se dejaría ver con honor, un servidor la vería.

Pues eso, que si quieres seguir viendo al nuevo Batman, quieres pasar un buen rato siguiendo las andanzas de un malvado Joker, tienes que verla.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Wall E



Acabo de venir del cine de ver la película que tantas ganas tenía de ver: Wall E. La nueva película de Disney y Pixar llegaba con un bastión de excelentes críticas y recomendaciones de los entendidos y de los de pie de a calle. Todo eran buenas vibraciones así que allá vamos.

Después de ver la película no puedo evitar pararme a pensar sobre lo visto y opinar. En primer lugar diré que Wall E es claramente una película para un público adulto, costumbre a la que Pixar nos viene acostumbrando desde hace ya un cierto tiempo y un factor, que por otra parte un servidor agradece por que ya viene siendo hora de que el término animación deje de sonar a niño e inantil para ser lo que es, un género tan noble y cuidado como cualquier otro cinematográfico y que además precisamente por el uso de esa sútil niñez puede hablar de las cosas sin tapujos y politicamente correctamente.

Y es que Wall E habla de muchas cosas, y digo habla, por decir un eufemismo, por que precisamente hablar lo que se dice hablar, se habla poco en la película. Apenas contiene guión escrito y eso es un punto a favor que añadir y elogiar a la película. Para los que aún no sepan nada sobre la película en cuestión, diré en resumidas cuentas que trata sobre la figura de Wall E, un robot diseñado para recoger la basura que realiza su tarea en medio de un planeta Tierra abandonado y destruido por la basura acumulada. Wall E sigue con su rutina y cumple con su trabajo hasta que un buen día, una extraña visita rompe con su monotonía y le hace sentir nuevas experiencias. A partir de la llegada de este nuevo elemento en su vida, la tranquila vida de Wall E pasará a convertirse en una gran aventura.

Dejando a un lado su argumento me gustaría hablar de su mensaje. Wall E tiene como principal punto fuerte la dura e irónica crítica que hace del ser humano. De la maldad a la que puede llegar una sociedad mal educada, una sociedad individualizada, donde la comodidad y el bienestar stán por encima de los sentimientos y del compañerismo. Podemos decir que la película trata en todo momento mostrar los dos polos opuestos de la capacidad de obrar de las personas, por un lado muestra su lado más negativo y autodestructivo, con el lado positivo de la sensibilidad, amistad, amor y alegría. Es decir, nosotros los humanos, las personas que tenemos el poder para mover las cosas, somos capaces sin embargo de darle el mejor y el peor de los usos a nuestras acciones. Y por supuesto, toda acción contrae consecuencias, no se pueden hacer las cosas por hacer. Para ayudarse en esta comparación muestra la basura (elemento de desecho, de inservible, de destruccion, que provoca el ser humano) y las plantas, elemento bello que la Tierra proporciona. Ese es el mensaje claro de la película. No es una película de amor, no cuenta el vínculo entre dos personas, sí lo hace, pero es una excusa para hacer avanzar la historia, para dejarnos ver los dos mundos opuestos que he señalado.

La película tiene a su favor el buen humor, unos gags realmente graciosos, y una buena fotografía. Las escenas de montañas de basura y ciudad desierta son buenísimas. Sobre el personaje principal, Wall E, tengo que decir que es la bondad personificada llevada al extremo, tanto, que a veces más que actuar a bien parece que sea tonto, demasiado en mi opinión. He leído mucho que el robot en cuestión te llega a robar el corazón, lo siento, pero a mí hoy no me lo ha robado, creo que le ha faltado fuerza.

Y bueno, lo peor de la película ha sido sin lugar a duda el final. Un final desastroso en mi opinión. Tanto, que me he llevado un gran chasco con la película. No entiendo ese final, bueno sí, creo que ha sido por que se trata al fin y al cabo de una pelí para niños, pero creo que es incoherente con el mensaje que flota desde el principio. Wall E no puede acabar así, no, no a ese último minuto. Me niego. No sé para que plantean algo desde el principio si luego se lo van a soltar con un ex maquina de cojones. En fin, en desacuerdo totalmente con ese final. No, no y no.

Así que finalmente me ha quedado un regusto con Wall E, con todo lo bueno que habia oído y leído de esta película. A pesar de todo, me he divertido, reconozco que tiene puntazos la película y que hace pensar. Muy interesante la sociedad que nos plantea. Me quedo con eso.

martes, 19 de agosto de 2008

Es solo una canción


Al segundo por favor.


Una anciana acababa de entrar en el ascensor. Antonio la miró un momento y a continuación marcó el boton anunciado. En ese hotel nadie se detenia a conversar simulando ser vecinos. Eva se ajustó las gafas de sol y se observó tímidamente en el espejo. A varios metros de ella estaba Antonio ataviado de una camisa azul y pantalón veraniego. Eva lo observaba con el rabillo del ojo. En realidad no le quitaba ojo de encima, sólo simulaba normalidad.

Antonio abandonó el pequeño cuartucho y Eva salió detrás siguiendo al hombre a la salida del hotel y de su trabajo. Aquel hombre al que ella tanto ansíaba conocer todavía era incapaz de adivinar que la chica con la que acababa de compartir ascensor se convertiría meses después en su principal fantasma. En una muerta viviente. Sin quererlo, es como si el destino hubiese querido cambiar las tornas, volver del revés las personas que atisbaban una misma obsesión.

Todo comenzó cuando una noche Eva regresaba del encuentro con sus amigas. Lucía no se sentía bien, ya se sabe, lío amoroso con ruptura incluida. Una cena de chicas había bastado para mitigar la tristeza de su compañera de trabajo y fiel aliada desde la infancia. Sin embargo lo que para Eva había sido un final de día agotador sólo era el principio de una historia que la arrastraría meses después hasta el momento presente. Lo vió salir, vio como ese hombre se despedía de su madre, cómo se miraban, como en susurros, se mostraban las primeras y fugaces muestras de un amor apasionado. Eva recordaba ese punzor, ese dolor brotando de su estómago, esa corriente devastando toda su fe. El silencio había sido el principal escudo de Eva, callar lo que en su interior no paraba de crecer era su manera de enfrentarse a todo lo que aún estaba por acontecer.

Y luego ocurrió lo que ocurrió. Pero eso fue después, y ahora ella estaba allí, en mitad de la calle intentando obtener respuestas de ese desconocido, ese hombre que había entrado en su vida de la forma más convulsa. Ese hombre, que había hipnotizado a su madre, que estaba entrando en terreno de ella. Eva sabía que seguir con ello le haría daño, sabía que todo el misterio que rodeaba a Antonio sería capaz de destrozarla. Pero aún así prefirió seguir, prefirió dejar que su instinto la empujara a una espiral sin regreso. Antonio caminaba rápidamente y Eva tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no perderle de vista. ¿Dueño de un importante hotel? ¿Cómo había conocido a su madre? Todo eran preguntas. Durante un tiempo siguió con ese procedimiento, sin poner freno a su sed de conocimiento. Donde vivía, con quién hablaba, cuales eran sus aficiones, todo parecía ahora cobrar especial relevancia.

Una mañana muy cercana al terrible suceso, Eva encontró a su madre más contenta de lo normal. Ella canturreaba una canción y verla tan feliz, tan llena de vitalidad, puso a Eva de los nervios. Ella sabía la razón de su alegría, de su motivo para cantar. Enfadada, apagó el aparato de música y la miró con frialdad. Ángeles se volvió y extrañada repuso, es solo una canción cariño...No es solo una canción y lo sabes contestó Eva con rotundidad antes de salir por la puerta.

Juan volvía a verla dormir. La veía agitada en sueños, en pesadillas u temores nocturnos. La televisión seguía encendida. Hacía rato ya que las noticias habían dejado de lado el caso del asesino pero el caso es que ni Juan ni ella habían prestado atención a lo que el televisor anunciaba. Juan trataba ahora de entender, de situarse ante el relato que Eva había dejado escapar, en una terrible necesidad de contarlo todo sobre su vida pasada. Y se encogió, Juan se encogió ante la confusa y díficil situación que la persona a la que empezaba a amar arrastraba. La arropó y sintió como ella se revolvía, como se agitaba entre los resquicios de un pasado que se dibujaba en forma de presente.

lunes, 18 de agosto de 2008

Dragón rojo


Conmoción. Las calles se llenaron de preguntas, de sospechas, de fríos rincones, callejuelas mortuorias, sombras acechantes. Nadie hablaba y todos comentaban. Los rumores, rápidos como el viento, se habían extendido por toda la ciudad. Ninguno estamos a salvo, qué extraño ser se habrá empeñado en habitar entre nosotros, en provocar este pánico. Socorro.

Esther había sido la última. La encontraron junto al cubo de basura, en plena noche, abandonada. El crimen había sido cuidadoso, sin apenas violencia, sin fisuras de un acto cometido. Sólo una firma, un suave y tranquilo agite de veneno salpicado. Sin embargo había algo en el rostro de esa chica, algo que ponía los pelos de punta, qué ayudaba a imaginar su último suspiro, su último aliento. Qué clase de juegos perversos, fínas ironías, o quizá el destino cruel la habían llevado a encontrarse con él.

El Dragón rojo, tal y como la polícia lo había bautizado y parece que deseaba llamarse, llevaba semanas vagando a sus anchas por la ciudad, alterando el orden, provocando bajas, muertes sencillas y desconcertantes, cuerpos sin vida ni esperanza. Tan sólo el horrible recuerdo de quién sabe qué clase de asesino. Los agentes no tenían muchos datos, sólo que seguramente se enfrentaban a un hombre, corpulento y oscuro, al que unos vecinos habían asegurado ver ataviado de traje negro y corbata roja, sombrero de copa y un vacile rápido y seco.

Eva recordaba la primera vez que había oído de él en las noticias. Recordaba el extraño parecido que la víctima tenía con ella y sintió un escalofrío. Mismo escalofrío que Ángeles tuvo al ver esa misma imagen. Recordaba el pequeño tatuaje que enmarcaba sobre el cuerpo del delito, esa figura roja y crispada de sangre seca sobre la piel blanca de muerte. Pobre chica. Irene se había precipitado de un octavo piso, motivada según reveló la autopsia a posteriori, por una fuerte embriaguez extenuante. ¿Un accidente o un acto preparado hacia un fatal desenlace? Quién sabe si la mala suerte personificada.

El Dragón rojo sabía escoger a sus víctimas, todas ellas mujeres jóvenes y apuestas, morenas, llenas de vitalidad. Y también desaparecidas. La mayoría de las pobres chicas que cayeron ante el jugo de su asesinato contenían pocos datos de su verdadera vida. ¿Una sútil coincidencia? O sólo el detalle que alimentaba sus ansías, su sed, su cometido. Eva temía a las noticias, temía el rostro de todas aquellas chicas, temía la sombra del asesino. Sólo Juan podía calmarla un poco, pero ella no tardaba en sentirse agitada, inquieta, removida por su propia naturaleza. Lo peor de estar muerta es pensar que alguna vez puede que ocurra, que de verdad abandonemos este mundo y a todos, y que no importe.

Esa noche, con el telón de fondo de las noticias de sumario, Eva entró al local. Ensimismada, atrapada en sus propios pensamientos. Juan la acogió y notando su preocupación le preguntó por el si se había enterado de lo de la última chica. Eva miró el televisor pero no era capaz de ver nada. La calle ya la habia anunciado la buena nueva. Otro suceso agolpaba su mente. "No te vas a creer que me ha pasado" balbuceó.

domingo, 17 de agosto de 2008

De carne y hueso


No le apetecía nada. No quería bajar a comprar al mercado. Pero hoy era miércoles y los miércoles son días de mercado. Ángeles sabía que Antonio tenía razón, que debía salir de casa, airearse, dejar de pensar, al menos por una maldita hora. Desde la marcha de Eva, Ángeles no hacía más que pensar, pensar en cantidades industriales, por doquier. Así recompensaba la falta de pensamiento que había sufrido antes de la desaparición de su hija, trataba de aquella manera de compensar lo que según ella, le había alejado de Eva.

Ángeles era una mujer de ideas fijas y Antonio lo sabía. Él la conocía muy bien, tal vez demasiado en tan pequeño tiempo, desde que la conociera esa noche en el bar de salsa. Sabía que ella era una mujer dura, con su semblante y su escudo a prueba de bombas. Probablemente fue eso lo que le atrajo de ella, la sensación de que estaba entrando en terreno peligroso, cambiante, peliagudo. Antonio se esforzaba por sacar a Ángeles de la espiral en la que se había sumergido, quién sabe si para igualar a la de su hija dada por muerta. Se afanaba en la lucha por despejarla de los pequeños detalles, las fotografías, olores y demás recuerdos que a menudo nos dejan los fantasmas. Del aliento a algo vivo, memoria de tiempos diferentes y nunca regresables.

Lo que Antonio desconocía de Ángeles era su manía de perderse en la noche, de esfumarse al cementerio, en busca de nuevas historias o reflejos de su misma agonía. No lo sabía, por que Ángeles lo hacía cuando Antonio se dormía, ahora que tras la marcha de Eva, por fin se instaló en su casa vacía. Sólo una vez la encontró de vuelta de su escapada, pero ella supo encubrir su plan con un suave he ido a por tabaco. De esta forma, a Antonio no le quedaba otra que llenarse de agallas, de ganas, de perseverancia. No podía dejar que la mujer a la que amaba se dejase arrastrar por la pena y el remordimiento. Tenían que ir al mercado, esa mañana sí.

Ángeles accedió para sorpresa de su amante. Tal vez necesite de verdad un poco de aire y por eso quiera ir pensó. No quiso perder el tiempo en entenderla, tan rápido como ella se convenció para salir de casa, él agarró las ganas, vártulos y listas, y se la llevó al tránsito de la oferta y la demanda. Por el camino Antonio miraba a ángeles por el rabillo del ojo. Intentaba leer sus pensamientos. Seguramente navega por los vaivenes de la ola de la esperanza. Semanas atrás, la búsqueda de Eva por parte de las autoridades se había detenido. Una resolución que su madre no se permitía aceptar. Antonio sí lo había hecho, pero simulaba delante de ella respirar su misma ilusión y compartir su interminable optimismo. Es curioso como son las cosas, pensó mientras conducía dirección al mercado. Es curioso como las imágenes de las personas acuden a nuestra mente cuando ya no están, cuando las perdemos. Y se recreó en la última vez en que vió viva a Eva, sí, lo recordaba, esa imagen no hacía más que representarse en su cabeza. Ella, radiante, pero a la vez esquiva, irradiando un enfado que ahora, desde esta perspectiva, tal vez demostrara dolor. Y la podía ver, sí, podía dibujar su mirada, cómo tenía el pelo, la mueca de su boca, el pantalón vaquero desgastado.

Ya se sabe, los fantasmas siempre te visitan de igual manera. Y Antonio lo sentía, sentía el fantasma de Eva inundando su cabeza, aferrándose sobre su conciencia como un clavo ardiendo. Mucho se había preguntado sobre esa visión, y la respuesta lo unía directamente con Ángeles, con el pasado. Se obligó a descomponer sus propios fantasmas, y dio conversación a la mujer de su lado. Ya habían llegado. Por fin un poquito de aire.

sábado, 16 de agosto de 2008

El blues de la generación perdida


¿Que tal has dormido? Juan la miró desde la puerta. Eva se incorporó y buscó en esa habitación resquicios de la noche pasada. Ella le sonrió. Perfectamente, adoro tu cama. Juan avanza dos pasos, se tumba en la cama y besa a la chica. Ella le devuelve la sonrisa. ¿Qué hora es?

Hace semanas ya que Eva salió de su casa. Semanas ya desde que escribiera esa despedida, de que la buscaran por todas partes, de que los buzos ispeccionaran día y noche las frías aguas del mar del puente de la Plaza Mayor. No había habido funeral, ni entierro. Sólo la triste y apacible afirmación de que el mar se la había llevado, con su agite y su fuerza. Sólo la seguridad de que nunca más volvería, de que su madre se preguntaría eternamente donde está, el porqué, y los motivos de esta vida dura y sin sentido. Había mañanas en las que Eva cada vez pensaba menos en su madre, en el sufrimiento que estaba causando, en su vida pasada como a ella le gustaba referirse cuando Juan, en el calor de la noche apasionada, le preguntaba sobre su vida meses atrás.

Sin embargo todavía recordaba esa noche a la perfección. Ella subida al puente, mojando sus últimas ganas, implorando al mar y exigiendo rendición a quién sabe qué fuerza mayor. Y entonces apareció él, tan flovial y guapo, para detener sus ganas de acabar con todo. Y se la llevó al local, al calor de una acogida cálida y un consuelo escuchado. El local era un lugar muy especial para Juan, ahora para ella, y para más gente. De pintadas en las paredes, ese lugar flotaba paz y libertad, respiraba autenticidad, escondite donde soñar y aprender de lo más sincero y humano de las personas. Juegos, malabares, cumbre de artistas y bohemios callejeros, el mundo de Juan se impuso a el de Eva con suma facilidad. Ella lo necesitaba, necesitaba empezar de nuevo, qué mejor manera que al lado de los que hacen de su vida un sueño, un ideal, una lucha, un eterno carpe diem de la bondad humana. Y aprendió pronto a jugar a sus reglas, a adaptarse al ritmo loco de los discursos optimistas y las mil cosas por hacer. Evá cambió de look, y de color, buscó nuevo nombre de pila y hasta cambió de piel.

Una noche, Eva fumaba los restos de un porro recién hecho. Juan, Guille y los demás entonaban la canción. Sacaban sus instrumentos y se ponían a hacer fiesta hasta altas horas de la madrugada. La generación perdida. Y a Eva le hacía gracia esa forma que tenían de llamarse, y pensó en que lo de perdida le venía personalmente como anillo al dedo. Y cantó, y bailó y se perdió en el humo de un presente mucho más acogedor. Afuera, seguía lloviendo, siempre llovía.

jueves, 14 de agosto de 2008

Alerta


Arrugó la hoja. Con fuerza, se agarró al brazo del sofá e intentó no caer al suelo.

Se ha ido. Para siempre. Y le ha dejado escrita su despedida, su angustiada y firme despedida.

Ángeles brotó una lágrima y se echó las manos sobre la cara. Eva, su hija, se había marchado de casa, anotando una terrible verdad en un folio. Corrió a su habitación y con asombro o terror comprobó que todas sus cosas seguían allí, en el armario, encima de la cama, el corcho de las fotos con sus amigas, la pequeña y rosácea lamparita de noche y los cojines de terciopelo.

Se asustó, se asustó como nunca antes recordaba. Y es que la terrible suposición empezaba a cobrar fuerza. Era cierto, lo había hecho, no era broma, Eva...eva...Comenzó a llamarla a gritos por toda la casa pero sólo el silencio de las finas paredes acogió su llanto de aviso. Ángeles titubeó y volvió a leer la hoja que sujetaba en su mano derecha. Y se encogió, se encogió al saberde de pronto dueña y causante del motivo de su hija. De provocar la situación. De no haberla intuido. De no haber sabido tal vez quererla. Se arrepentió de haber bajado a comprar, a esas horas. Y se arrepentió de no haber sido amable con ella todo ese tiempo. De lo último que le dijo. Una punzada de horror le recorrió el cuerpo. "Lo último". Sólo pensar en ello le daba vértigo.

Tiempo después, Antonio intentaba sin éxito quitarle esa idea de la cabeza. Eliminar de su vocabulario la palabra Último. Pero Ángeles llevaba rato con el rostro en penumbra, con la sombra quedada, con el llanto atravesado. Las gotas de la lluvia empapaban los cristales del coche y el de los guardas que seguían su paso en la búsqueda. Habían salido a la calle. Eva tiene que estar cerca de aquí, tenemos que encontrarla.

Y allí se impuso de improviso. El puente y el mar bajo a sus pies. Y Ángeles recordó que a Eva le encantaban las historias de sirenas y de peces, y que en sueños la había oído recitar viajes sinuosos por las profundidades de ciudades repletas de caballos de mar y sueños imposibles. Paró el coche y Ángeles se bajó al exterior en un epetido acto de reconstrucción de hechos. Observó el lugar, y con tristeza comprobó que el pañuelo rojo que Eva llevaba esa noche seguía allí, todavía con su olor pese al empape, con toda su firma estremecedora. Antonio la miró y no pudo evitar dejar escapar un suspiro de sorpresa e incredubilidad. El mar se antojaba agitado y liberador.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Perdóname


La chica entró al coche sin dudarlo. Afuera hacía frío, demasiado frío.

A estas horas ella" estaría leyendo las frases que ella misma había dejado escritas antes de salir de casa. Imaginaba por un momento el terror, el desplome, el sufrimiento de su madre al entender sus últimas palabras. Pero ya era tarde, ya lo había hecho, ¿de qué serviría ahora arrepentirse?

Fu precisamente su madre quién le enseñó desde que era pequeña y recordaba, que nunca había que echarse atrás, que las cosas había que hacerlas de un tirón y sin pestañear. Cuando decidió que no podía estar ni un minuto más en esa casa, su madre había salido. Le gustaba pillar el frío del recién invierno. Pero para Eva eso solo había significado una oportunidad, un escape, su única manera. Con rápidez anotó una fría y desgarradoramente sincera despedida. Nunca antes se había sentido tan liberada. Pero es que no podía más. Cogió su bolso y salió deprisa de aquel infierno encerrado en cuatro paredes.

El mar debe estar muy revuelto esta noche. Pensó Eva cuando el taxista interrumpió sus pensamientos. ¿A donde la llevo? Eva recapacitó por un momento. Había ocurrido todo tan deprisa que no se había parado a pensar dónde quería ir, donde quería acabar. Llevame al puente de la Plaza balbuceó casi sin saber si era ella o sus pensamientos rápidos los que hablaban. El taxista obedeció. Eva recordaba que cuando se bajó del coche pudo sentir el frío con mayor nitidez. Con una nítidez horrible. Las ruedas del coche anunciaron que estaba sola en aquel terrible lugar. Eva lloró. Lloró amargamente. Y subida al puente, de cara al mar revuelto de tormenta venidera, dejó caer un "Perdóname, mamá"

viernes, 8 de agosto de 2008

Aquí de nuevo



Ya era hora de que le diera vidilla a este espacio. Desde los examenes ha estado casi vacío, sustituido por horas y horas de estudio, finales fiestas, preparativos de campamentos, campamentos y los san fermines. Ha pasado casi un mes y aquí seguimos.

Hoy me apetece renacer este espacio, este, del que apenas tengo lectores, pero que no me importa, por que es un espacio para mí. Cuando esté lejos de aquí, de mi casa, tal vez esta página sea una página de encuentro, una ventana tras la que conocer detalles míos, saber de mi existencia y echarme de menos. No sé si con ese pretexto o con el simple hecho de querer personalizar y revivir este diario, hoy escribo estas palabas.

En mi mente, muchas personas y una sola palabra. Madrid. Ya me encuentro de lleno iniciando lo que llamaremos la etapa de preparación al Octubre. Ando mirando pisos ya, Andrea tiene razón, es hora de ponerse cuanto antes. Andrés puede que se suba a bordo también asi que promete el año que viene. Menos mal que en madrid tengo muchas personitas a las que visitar, a las que jorobar, a las que encariñar.

El verano está siendo relajado y divertido, digno del verano post universidad, post ultimo verano de relajo y disfrute. Sarifiqué mis prácticas por darme un último campamento de verano de despedida. Un campamento que ha sido muy fácil, muy bueno, muy agradecido. Los san fermines también estuvieron bien, con gente a la que ves menos durante el año, y buenas borracheras sin llegar a serlo. El puntillo, según dicen. Y así, sin dame cuenta, estamos en agosto, recien vuelto de un viaje fántastico con amigotes en Belgica y holanda, del cual hablaré otro día. En agosto y con cosas en la cabeza. Desde ideas creativas, retazos de story lines, ganas de leer libros, una obra de teatro enamorando mi corazón jacarandeño, y dudas sobre mi futuro personal.

Es lo que tienen los agostos, son secos y traen con su sequedad, multitud de pensamientos.