miércoles, 13 de agosto de 2008

Perdóname


La chica entró al coche sin dudarlo. Afuera hacía frío, demasiado frío.

A estas horas ella" estaría leyendo las frases que ella misma había dejado escritas antes de salir de casa. Imaginaba por un momento el terror, el desplome, el sufrimiento de su madre al entender sus últimas palabras. Pero ya era tarde, ya lo había hecho, ¿de qué serviría ahora arrepentirse?

Fu precisamente su madre quién le enseñó desde que era pequeña y recordaba, que nunca había que echarse atrás, que las cosas había que hacerlas de un tirón y sin pestañear. Cuando decidió que no podía estar ni un minuto más en esa casa, su madre había salido. Le gustaba pillar el frío del recién invierno. Pero para Eva eso solo había significado una oportunidad, un escape, su única manera. Con rápidez anotó una fría y desgarradoramente sincera despedida. Nunca antes se había sentido tan liberada. Pero es que no podía más. Cogió su bolso y salió deprisa de aquel infierno encerrado en cuatro paredes.

El mar debe estar muy revuelto esta noche. Pensó Eva cuando el taxista interrumpió sus pensamientos. ¿A donde la llevo? Eva recapacitó por un momento. Había ocurrido todo tan deprisa que no se había parado a pensar dónde quería ir, donde quería acabar. Llevame al puente de la Plaza balbuceó casi sin saber si era ella o sus pensamientos rápidos los que hablaban. El taxista obedeció. Eva recordaba que cuando se bajó del coche pudo sentir el frío con mayor nitidez. Con una nítidez horrible. Las ruedas del coche anunciaron que estaba sola en aquel terrible lugar. Eva lloró. Lloró amargamente. Y subida al puente, de cara al mar revuelto de tormenta venidera, dejó caer un "Perdóname, mamá"

1 comentario:

Marta dijo...

Duende
ala, vuelves fuerte, nada menos que con un suicidio!!!!.
Nunca pude entender lo que hace que una persona diga basta, hasta aqui he llegado y aqui me paro!!!!.
No alcanzo a saber si es cobardia o bien valentia...

mils de petons per tu.