jueves, 14 de agosto de 2008

Alerta


Arrugó la hoja. Con fuerza, se agarró al brazo del sofá e intentó no caer al suelo.

Se ha ido. Para siempre. Y le ha dejado escrita su despedida, su angustiada y firme despedida.

Ángeles brotó una lágrima y se echó las manos sobre la cara. Eva, su hija, se había marchado de casa, anotando una terrible verdad en un folio. Corrió a su habitación y con asombro o terror comprobó que todas sus cosas seguían allí, en el armario, encima de la cama, el corcho de las fotos con sus amigas, la pequeña y rosácea lamparita de noche y los cojines de terciopelo.

Se asustó, se asustó como nunca antes recordaba. Y es que la terrible suposición empezaba a cobrar fuerza. Era cierto, lo había hecho, no era broma, Eva...eva...Comenzó a llamarla a gritos por toda la casa pero sólo el silencio de las finas paredes acogió su llanto de aviso. Ángeles titubeó y volvió a leer la hoja que sujetaba en su mano derecha. Y se encogió, se encogió al saberde de pronto dueña y causante del motivo de su hija. De provocar la situación. De no haberla intuido. De no haber sabido tal vez quererla. Se arrepentió de haber bajado a comprar, a esas horas. Y se arrepentió de no haber sido amable con ella todo ese tiempo. De lo último que le dijo. Una punzada de horror le recorrió el cuerpo. "Lo último". Sólo pensar en ello le daba vértigo.

Tiempo después, Antonio intentaba sin éxito quitarle esa idea de la cabeza. Eliminar de su vocabulario la palabra Último. Pero Ángeles llevaba rato con el rostro en penumbra, con la sombra quedada, con el llanto atravesado. Las gotas de la lluvia empapaban los cristales del coche y el de los guardas que seguían su paso en la búsqueda. Habían salido a la calle. Eva tiene que estar cerca de aquí, tenemos que encontrarla.

Y allí se impuso de improviso. El puente y el mar bajo a sus pies. Y Ángeles recordó que a Eva le encantaban las historias de sirenas y de peces, y que en sueños la había oído recitar viajes sinuosos por las profundidades de ciudades repletas de caballos de mar y sueños imposibles. Paró el coche y Ángeles se bajó al exterior en un epetido acto de reconstrucción de hechos. Observó el lugar, y con tristeza comprobó que el pañuelo rojo que Eva llevaba esa noche seguía allí, todavía con su olor pese al empape, con toda su firma estremecedora. Antonio la miró y no pudo evitar dejar escapar un suspiro de sorpresa e incredubilidad. El mar se antojaba agitado y liberador.

3 comentarios:

Sara dijo...

Duendiko
Es la primera vez que llego, lo hago a traves del Blog de Martona.
Espero ser bien recibida, me encantaria poder pasarme por tu casa.
besos.

Anónimo dijo...

Cualquier persona es bien recibida en esta casa. Para poder entrar, solo hace falta una sonrisa y ganas de soñar a través de las palabras. Bienvenida!

Marta dijo...

Mi duende
Vaya esta vez hice trampa....ya se lo que le ha pasado a Eva...
bien me alegro de que apareciera Juan, muy oportuno el.
Pero tu crees que en la realidad existen estos azares?????.

mils de petonicos.