domingo, 30 de marzo de 2008

Claudia


Pí, pí, pí. El sonido de la cama de Erika era bastante molesto. Tumbada sobre la cama la miraba, miraba a mi amiga. Y quise parar el tiempo, pedirle disculpas para sentirme mejor. Lo siento.

Creía que ya no venías, tenía ganas de verte.
Tenemos que dejar de hacer esto, sabes que no esta bien, yo tengo una mujer, tú solo eres una joven y yo......

Nervios, tensión, adrenalina, excitación. Eran muchos los sentimientos que sentía cuando todos los días tenía ese encuentro con él. Pero no amor, el no era amor. Por más que yo lo deseaba, por más que yo esperase en su despacho, nunca llegaba ese amor. La revisión del examen, las miradas, mi pequeña sonrisa a medio tono, su penetrante mirada, su falta de afecto. Su necesidad de escape, se cruzó entre mis piernas. ¿Nunca habéis sentido que estabas haciendo algo y al mismo instante sabes que no esta bien, que no te conviene? Que te destrozará. Yo lo sabía, y áun así, aquí seguía, esperando en estas cuatro paredes, a que él me viera, me viera con toda mi plenitud.

Erika no sabe nada, no me atrevo a decirselo, ella vive en su mundo, y aunque cree que me conoce, no es cierto. Nunca le he importado, sé que no lo entendería. ¿Acaso alguien con fama de zorra puede soportar que otra lo sea más? Pero que guapo está dando clase. Lo mejor es que me vaya a casa, es pronto, y necesito dormir. Menudo día hace, creo que el viento me va a terminar por revolver mi ropa. ¿Que es esto? ¿Una carta?

Fue mi perdición. Que chocara esa hoja en mi brazo. Una hoja había salido volando de algun lado y se había chocado conmigo. Cuando ví que Marta había escrito una carta de amor me quedé atrapada. Yo nunca he escrito cartas de amor, pero esta, esta tenía algo.

Los días pasaron y Miguel estaba frío. Su coche siempre albergaba pasión y distanciamiento. No puedo dejarla Claudia, no puedo hacerle esto, y más ahora. No la quieres, no sigas con ella. Tampoco te quiero a tí. Directo como la lluvia que amenazaba los días. las noches se me hicieron eternas, y yo no podía despegarme de esas líneas, de esa verdad, de esa realidad....

La evité, no quise juntarme con ella esa mañana, por que en cierto modo sentía que la estaba traicionando. Sin embargo, ese día, era el día de los encuentros femeninos. Allí estaba yo, sentada bajo el tranquilo calor del café de ese lugar. Observando, estudiando, midiendo. Realizando el mismo y repititivo sistema de todos los jueves. Era más fuerte que ella, necesitaba hacerlo, verla trabajar. Verla en su cotidianeidad. Y la vio guapa, la vio sexy, la vio insuperable. Laura era la mujer que ella nunca sería para Miguel. No podía luchar contra ella, viendola así, tan natural, le parecía imposible intentar rivalizarla. Tan amable con ella, Claudia no pudo evitar emocionarse.

Pudo repetir cada palabra de Marta camino a la universidad. Pudo sentir cada fuerza y sentimiento que brotaba de ese escrito. Y pudo sentir dolor, dolor de verdad. El despacho estaba más frío de lo normal. Miguel se apresuró a abrazarla mientras le desvestía, pero ella le frenó. Tienes razón....no puedo seguir con esto, no así, no contigo tan lejos, no con una mentira, no con Laura siendo tan perfecta, no puedo.....

Y salí, salí de esa habitación con el mismo vacío que ahora se apoderaba al salir de la habitación de este hospital. Y busqué, la busqué. Oye Marta, ¿tienes un segundo? Sí, ¿que te pasa Claudia, estas llorando? No me pasa nada...yo solo.....quiero devolverte una cosa.....toma, tu carta, la encontré hace unos días y....pensé que debías tenerla.....no te preocupes, que no diré nada.....y...

Ojalá algun dia alguien me escriba cosas así...inténtalo Marta, díselo todo

El hospital parecía estar mojado como aquel día. Mi vestido verde apenas destacaba entre el mar de gente merodeando. Y entonces, su olor vino a mí, pude apreciarlo. Miguel estaba frente a mí.

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